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El Sacramento del Orden sacerdotal se administra en la Iglesia anglicana en conformidad con el libro denominado "Ordinal". Fue objeto de diversas adaptaciones desde su establecimiento en el siglo XVI. El texto original se perfiló en 1552, durante el reinado de Eduardo VI.
Fue puesto en duda en momentos posteriores. Por los tanto se sospechó sobre la validez de unas ordenaciones que no se ajustaban a los mínimos exigidos por la Iglesia de Roma.
Al apartarse de las formas consideradas como mínimas para el Sacramento, el Anglicanismo dejó de ser "cisma", es decir separación de la obediencia a Roma, para convertirse en grupo heterodoxo y herético. En consecuencia las administraciones sacramentales, según los criterios católicos, dejaron de ser auténticas y los sacramentos de ellas derivados: Eucaristía, perdón de los pecados, nuevas ordenaciones.
León XIII, en la Carta Apostólica "Apostolicae curae", del 13 de Septiembre de 1896, negó la validez de las ordenaciones realizadas conforme al rito anglicano oficial, debido a la alteración fundamental de los signos sacramentales, sobre todo de la imposición de manos por el Obispo celebrante.
Pero el problema no quedó zanjado del todo, al entender tales decisiones pontificias en diversa forma. Todavía resulta motivo de discusión teológica y jurídica, y en su caso de posible avenencia ecuménica por parte de ambas Iglesias, la autenticidad cristiana de la jerarquía anglicana, al margen de su dependencia disciplinar de la monarquía británica mantenida desde Enrique VIII.
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